Puede parecer increíble, pero lo cierto es que hace 500 millones de años, todo el término municipal de Mestanza estaba sumergido bajo las aguas. Así lo atestiguan los restos fósiles encontrados, en especial los llamados trilobites. No es fácil convertirse en un fósil. El destino de casi todos los seres vivos es descomponerse y desaparecer para siempre. Así es como acabaremos todos nosotros, con nuestras moléculas diseminadas por el mundo. Para convertirse en fósil, el difunto debe ser enterrado en un sedimento en el que pueda dejar una impresión (como una hoja en el barro) y descomponerse sin exposición al oxígeno, permitiendo así que las moléculas de las partes duras de su cuerpo (huesos) sean sustituidas por moléculas de minerales, creándose así una copia petrificada del original. Se estima que sólo un hueso de cada mil millones aproximadamente llega a fosilizarse alguna vez. Como es lógico, el registro fósil que tenemos es totalmente sesgado a favor de las criaturas marinas, pues los animales terrestres (y el hombre entre ellos) no mueren en sedimentos. Caen en campo abierto y son devorados o se pudren sin dejar rastro. Es por eso que los fósiles encontrados en Mestanza pertenecen a criaturas marinas.
Como digo, es difícil convertirse en un fósil, pero más difícil aún es que después de decenas de millones de años, alguien te encuentre y te identifique como algo digno de ser conservado. Don Daniel de Cortázar, ingeniero de minas y miembro de la Real Academia Española, fue el primer autor en mencionar la presencia de fósiles en Mestanza. En 1880 halló un par de trilobites, un molusco bivalvo y varias cruzianas (huellas que dejaban los trilobites al reptar por el fondo marino). Con posterioridad, otros investigadores descubrieron en el Puerto de Mestanza un verdadero afloramiento de fósiles. Los famosos trilobites aparecieron hace unos 540 millones de años en la llamada “explosión cámbrica” y se extinguieron 300 millones de años después. Durante todo ese periodo (los humanos solo llevamos en la tierra el 0,5% de ese tiempo) fueron los reyes absolutos de la creación. Los trilobites, como indica su nombre, tenían tres partes o lóbulos (cabeza, tórax y cola). Eran criaturas con extremidades, agallas, sistema nervioso, antenas sondeadoras y los ojos más extraños que se han visto jamás.
En mi biblioteca guardo uno de estos misteriosos trilobites. A veces lo observo y me quedo pensando en su dilatada existencia. Sus 500 millones de años ponen en perspectiva los problemas humanos, los tornan insignificantes. Lo vuelvo a mirar y descubro que cuando yo me vaya, el seguirá aquí. Ya lo dijo Borges:
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.