Las Piedras del Hituero y el Jueves Lardero

A mis padres      

          Existe en Mestanza un sitio mágico donde parece manar una primitiva energía telúrica. Este lugar donde se cruzan el arbitrio de la naturaleza y el albedrío de los hituero1hombres es conocido desde tiempos inmemoriales como las Piedras del Hituero. Se trata de unas enormes piedras bruñidas por el paso de los siglos que sirvieron a nuestros antepasados como un hito en el camino –de ahí su nombre[1]– y como un lugar donde celebrar sus festividades paganas. No es casualidad que hasta hace pocos años, los mestanceños peregrinaran hasta este sitio para dar comienzo al carnaval, la más pagana de todas las fiestas. Era el llamado Jueves Lardero durante el cual las familias comían el célebre hornazo, una torta de masa cocida con un huevo y un chorizo, que servía de despedida antes del ayuno de la Cuaresma. La palabra lardero, que procede del latín lardum, significa precisamente tocino.

          En los carnavales de 1934 apareció una comparsa titulada Estudiantina de Diego Corrientes y su partida que ganaría diversos premios en varios pueblos de la provincia. diego corrientesSu autor, Juan Aranda Serna, versificó una antigua leyenda según la cual el famoso bandido Diego Corrientes (1757-1781), el llamado “bandido generoso” que robaba a los ricos para dárselo a los pobres, habría pernoctado en las Piedras del Hituero:

Hemos dormido esta noche

en las Piedras del Hituero,

y llevamos a esta hembra

que la llamamos Consuelo.

Consuelo del alma mía,

lucero resplandeciente,

vente ya con la partida

que aquí está Diego Corrientes.

Diego Corrientes te jura

lo que tiene prometido:

que serás la capitana

de todos estos bandidos.

          Al Hituero se llega por el viejo camino de Fuencaliente. Este sendero, hollado por arrieros desde hace siglos, sirvió de retirada a las maltrechas tropas del brigadier Copons cuando fueron cercadas en Mestanza por los ejércitos de Napoleón. La noche del 20 de enero de 1810, con luna llena, los batallones de Copons cruzaron el pueblo en formación, y tras abrevar a sus caballos en el Pilar de los Huertos, se adentraron en la profundidad de la sierra. En su diario de operaciones, el brigadier anotó la penosa retirada:

En esta marcha de 7 leguas sufrió la tropa todas las incomodidades que se pueden reunir: casi desnudas, descalzas y sin cesar de nevar, atravesando un país montaraz, andando por sendas, teniendo que pasar continuamente arroyos crecidos y altas montañas.

          El mejor momento para visitar las Piedras del Hituero es al amanecer, cuando la niebla flota en jirones inmóviles sobre los árboles y el sol enciende los líquenes hituero2amarillos de las rocas. Solo se escucha el murmullo del arroyo de Valdecabras, rápido y caudaloso. Hace unos días estuvimos allí con los niños, buscando las armas que un familiar escondió en alguna hendidura al terminar la Guerra Civil. Como cabía esperar no encontramos nada, pero… ¡Quién sabe si alguna pistola Astra o Star[2] duerme aún entre estas piedras insignes!

 

 

[1] El topónimo Hituero significa hito o mojón, y su etimología procede del latín vulgar fictus, que significa “fijo” o “fijado” y que es precisamente la función que tienen los mojones como elementos delimitadores de un territorio.

[2] Estas fueron marcas más usuales que figuran en el listado de licencias de armas concedidas en Mestanza a finales de 1936.

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