Tras el desembarco de Normandía en junio de 1944, parecía que la victoria aliada era inminente. Entre los republicanos españoles y los exiliados creció una ola de optimismo. Creyeron que Franco tenía los días contados. El Partido Comunista (PCE), deseoso de aprovechar el viento a favor, organizó un auténtico ejército guerrillero para combatir al régimen. Fueron conocidos como el maquis. Eran, en su mayor parte, comunistas decididos a levantar al pueblo en armas. El maquis en la provincia de Ciudad Real quedó a cargo de la llamada Segunda Agrupación. Estaba compuesta por tres divisiones: la 21, la 22 y la 23. A la División 21, al mando de Eusebio Liborio (a) Labija, se le asignó el valle de Alcudia como campo de operaciones. Durante el año 1945 cometieron varios secuestros y robaron en algunas fincas de Solana del Pino, Brazatortas y Abenójar. En 1946 atracaron la oficina del Banco Español de Crédito de Puertollano y se llevaron 250.000 pesetas. Una fortuna para la época. Unos días más tarde asaltaron un tren de correos entre las estaciones de Veredas y Caracollera. El botín fue memorable: trece baúles llenos de dinero. La alegría les duró poco. A finales de ese año, una delación puso a la Guardia Civil tras la pista de Labija. Le encontraron en Madrid y fue acribillado a balazos. Para sustituirle se nombró a un comunista del ala dura: Paco Expósito (a) El Gafas.
El Gafas organizó la División 21 en cuatro partidas. En Mestanza cobrarían fama las de “Trapichea” y “Sevillano hijo”, que eran conocidos como los de la sierra. Por el Valle de Alcudia había otras partidas que iban por libre, como la de Lazarete o el Lechuga, pero los guerrilleros del Gafas eran los más activos. Su silueta era inconfundible: cazadora de cuero, polainas, boina y escopeta de dos cañones. Protagonizaron un sinfín de escaramuzas, atracos y asaltos a polvorines. Llegaron incluso a editar el periódico clandestino Mi lucha para repartirlo entre los campesinos. Sufrieron fríos, lluvias, hambre, duras caminatas nocturnas y combates salvajes con la Guardia Civil. En 1947 el gobierno ofreció una recompensa de 150.000 pesetas a quien capturase al Gafas, vivo o muerto.
La lucha contra el maquis recayó sobre todo en la Guardia Civil, un cuerpo idóneo por su disciplina y su histórica experiencia en la persecución de bandoleros. En agosto de 1947 se puso al frente de la 204 Comandancia de la Guardia Civil al teniente coronel Eugenio Limia. Entonces comentó una cacería implacable. Se desplegó a la Segunda Compañía de la Guardia Civil en Mestanza, Solana del Pino, El Hoyo, Villanueva de San Carlos y Fuencaliente. Limia implantó nuevos métodos de lucha contra la guerrilla. En particular la creación de las contrapartidas, falsas partidas de guerrilleros compuestas por siete u ocho guardias civiles al mando de un cabo y acompañadas de un paisano conocedor del terreno. Al ir vestidos como guerrilleros, los enlaces del maquis los confundían, cayendo así prisioneros y desvelando el escondite de sus compañeros. En 1948 se crearon los llamados grupos móviles, formados por un sargento, dos cabos y trece guardias. En la demarcación de la Segunda Compañía había cuatro grupos móviles, con bases en Riofrío, Coquiles, Ventillas y Venta de la Inés. Se encargaban de patrullar por los montes, vigilar cortijos sospechosos y asaltar los campamentos cuando los confidentes o las contrapartidas les daban aviso de su ubicación.

Los hombres del Gafas no tenían piedad con aquellos que consideraban traidores. Los ejecutaban en el acto. En 2003 exhumaron en Solanilla del Tamaral los huesos de uno de ellos. Se llamaba Francisco Pacheco y era enlace entre el comité provincial y la guerrilla. Las contrapartidas de la Guardia Civil le capturaron en la sierra y fue obligado a servir de guía para localizar los campamentos del maquis. En un descuido de los guardias, Pacheco logró huir y fue a dar aviso al Gafas del peligro que corrían. Fue el gran error de su vida. Sus camaradas le acusaron de delator y le pegaron varios tiros. Su cuerpo fue abandonado a merced de los buitres.
En Mestanza se narraban infinidad de historias del maquis. Hace poco me contaron una de ellas. Sucedió en el caserío de Manuel Pareja, conocido como el cortijo de los Manolillos. En mitad de la noche, un hombre tocó la puerta con una varilla y preguntó si estaba la Guardia Civil. Manuel respondió que allí no había nadie y abrió el portón. Hasta once guerrilleros de la partida del Gafas irrumpieron en la casa. Estaban hambrientos. Tras cerciorarse de que no había peligro, se dispusieron a cenar lo poco que había. Uno de ellos pidió cabo y lezna para coserse una bota. Le oyeron murmurar con resignación: “Lo que es la vida. De médico a zapatero”. Se conoce que ese hombre había sido galeno antes de la guerra. Manuel pensó avisar a la Guardia Civil, pero le aterraba que los intrusos le mataran su yunta de mulas en represalia. No obstante, un pastor que tenía en el chozo logró alcanzar el pueblo. Al poco tiempo, llegaron un sargento y un guardia y abrieron fuego contra la cuadrilla. Dos contra once. Una acción heroica, sin duda. Por no decir temeraria. El sargento cayó gravemente herido y el guardia escapó por los pelos. Los guerrilleros se acercaron al sargento para rematarlo, pero al verle tan malherido, le dieron por muerto. Por fortuna, pudieron curarle en la finca de Las Médicas y salvó la vida.

Hacia 1948 el maquis acabaría aprendiendo dos amargas lecciones. La primera, que el pueblo estaba cansado de los asesinatos y los robos de ganado, alimentos y prendas de abrigo. La gente ya no quería más problemas y solo deseaba vivir en paz. La segunda, que el partido comunista les había abandonado a su suerte sin compasión. Sus jefes políticos, muchos de los cuales vivían cómodamente en Francia o en la Unión Soviética, acataron la orden de Stalin de abandonar la lucha armada. Los guerrilleros del Gafas, sin apoyos ni objetivos, se convirtieron en un puñado de tipos acosados como alimañas. Durante algunos meses libraron una lucha desesperada, vagando por la sierra como lobos hambrientos. Muchos se entregaron a la Guardia Civil, otros fueron cayendo. De ellos se puede decir que fueron tan criminales como heroicos. Muchos veteranos de las contrapartidas les recordaban con una mezcla de rencor y admiración. Contaban sus asesinatos y tropelías, y también su valor y firmeza. El Gafas huyó a Francia en septiembre. Siempre se situó en el marxismo más radical, opuesto a cualquier aperturismo. En sus últimos años fundó el Frente Marxista-Leninista, del que sería su presidente. Murió el 9 de abril de 1998.