En 1158 el rey Sancho III donó la villa de Calatrava con su castillo al abad Raimundo de Fitero y a la orden cisterciense para que la defendieran de los musulmanes. Este fue el origen de la Orden de Calatrava. Más adelante, en 1189, su hijo el rey Alfonso VIII confirmó esta donación extendiéndola a todos los nuevos territorios conquistados entre los que se encontraba Mestanza [1]. Este privilegio tenía una condición: repoblar con colonos cristianos las nuevas tierras. Tras la victoria cristiana en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), los musulmanes fueron expulsados definitivamente del Valle de Alcudia. A partir de ese momento, todo el territorio de Mestanza pasó a pertenecer a la Orden de Calatrava, que lo dividió en tres bloques:
- Mesa Maestral. La Orden, con el maestre de Calatrava a la cabeza, se quedó con la gestión directa de las cinco mejores dehesas del territorio: Frey Domingo [2], Cuarto de la Cruz [3], Encina Montosa [4], El Zote [5] y Las Tiñosas [6].
- Encomiendas. La Orden fundó dos encomiendas, cuyas rentas se otorgaban a algunos caballeros: los comendadores. En 1385 creó la Encomienda de Mestanza y le otorgó la dehesa de Barrancos [7], al oeste del pueblo. En 1538 estableció la Encomienda de Almuradiel y le cedió la dehesa de Encinilla Rasa [8].
- Concejo de Mestanza. La Orden, para facilitar la repoblación, otorgó a los vecinos varios terrenos alrededor del pueblo en concepto de usufructo: los bienes propios del Concejo y los bienes comunes de los vecinos.
Cada dehesa se componía de varias fincas cuya toponimia —Hato Castillo, Hituero, Alhorín— no ha variado desde la Edad Media. Las fincas que tenían capacidad para alimentar a un millar de cabezas se denominaban “millares”. Y aquellas que solo tenían pasto para 500 ovejas recibían por nombre “quintos”.

- La Mesa Maestral
La Orden obtenía sus ingresos de dos fuentes:
- Ingresos por el arrendamiento de las dehesas a los ganados de la Mesta.
- Ingresos fiscales en metálico por la cesión al Concejo de Mestanza de varios terrenos que rodeaban al pueblo, conocidos como “bienes propios del Concejo”. Como se explicará más abajo, eran básicamente dos impuestos: el derecho maestral y el pedido de San Miguel.
Tras la incorporación de la Mesa Maestral a la Corona en tiempos de los Reyes Católicos (1488), estos ingresos se destinaron a pagar los salarios de diversos cargos públicos (ministros, gobernadores, alcaldes) y eclesiásticos (capellanes, curas, etc.)
2. La encomienda de Mestanza
El origen de las encomiendas está en la época de la Reconquista. Como se ha dicho anteriormente, la Orden era la nuda propietaria de todo el territorio conquistado. Unas partes las administraba directamente la Mesa Maestral y otras partes se encomendaban a los caballeros de la Orden. De ahí el nombre de “encomiendas” y “comendadores” respectivamente. La Corona otorgaba estas encomiendas como recompensa para cortesanos, aristócratas y militares distinguidos.
La Encomienda de Mestanza (también conocida como “Encomienda de Barrancos”) obtenía sus ingresos de dos fuentes:
- Ingresos por el arrendamiento de la dehesa de Barrancos a los ganados de la Mesta.
- Ingresos fiscales en especie por la cesión al Concejo de Mestanza de varios terrenos que rodeaban al pueblo, conocidos como “bienes comunes de los vecinos”. Como se explicará más abajo, había una pléyade de impuestos: diezmos, primicias, montaracía, zocodover, etc.
La Encomienda tenía la obligación de sufragar el coste de varios soldados para el ejército de España. Eran las conocidas como “lanzas”. Además debía pagar los salarios de los curas de Mestanza y sus aldeas y, lógicamente, pagar al guarda y al administrador de la dehesa de Barrancos. Descontando estos gastos, aún quedaba un enorme beneficio que iba directamente al bolsillo del comendador, cuya única obligación era pasar al menos un par de meses al año en la Casa de la Encomienda.
3. El Concejo de Mestanza
Una de las primeras medidas de la Orden de Calatrava fue otorgar a nuestra villa el usufructo de varios terrenos alrededor del pueblo. Esta medida facilitaba la repoblación pues permitía a los vecinos obtener un beneficio de esas tierras. Con carácter general, un Concejo podía catalogar sus terrenos como “propios del Concejo” o como “comunes de los vecinos”:
a) Bienes propios del Concejo: eran las tierras que el Concejo arrendaba a ganaderos foráneos. En este grupo solo entraban la dehesa de La Gamonita y algunas redondas [9]. La mitad del dinero obtenido se destinaba al pago del “impuesto de yerbas” a la Mesa Maestral (propietaria del territorio). La otra mitad cubría diversos gastos municipales tales como: médico, arreglo de caminos o pago de funcionarios (escribano, guarda de los toros del Concejo, contador del ganado que entra a pastar). El Concejo de Mestanza pagaba a la Mesa Maestral dos impuestos en metálico por sus bienes propios:
- Derecho maestral o «impuesto de yerbas»: la mitad (50%) de las rentas que obtenía el Concejo por el arrendamiento de sus terrenos propios (la dehesa de La Gamonita y varias redondas).
- Pedido de San Miguel: una cantidad fija de dinero que se pagaba a finales de septiembre.
b) Bienes comunes de los vecinos: eran las tierras que el Concejo cedía al común de los vecinos para que cultivasen alimentos, criasen su propio ganado, recogieran leña o cazaran. Estas tierras no generaban ninguna renta monetaria, por lo cual eran conocidas como “baldíos”. La mayor parte del territorio concejil de Mestanza entraba en esta categoría. Todos los terrenos baldíos estaban sujetos a una Comunidad de Pastos con Puertollano que permitía a los vecinos de ambos pueblos el aprovechamiento de estos. Los vecinos debían pagar a la Encomienda de Mestanza varios impuestos en especie por el rendimiento obtenido en los terrenos comunes:
- Diezmos: una décima parte (10%) de las cosechas anuales (cereales, legumbres, hortalizas, frutales), de las crías de ganado (corderos, becerros, lechones, chotos, gansos y pollos), de los productos de la oveja (queso, lana), de lo obtenido en las colmenas (miel, cera), de lo molturado en los molinos harineros y del corcho de los alcornoques.
- Primicias: una porción de las cosechas de trigo, de cebada y de centeno, que se destinaba a la iglesia parroquial de Mestanza y al Arzobispado de Toledo.
- Voto de Santiago: una porción adicional de la cosecha de trigo que se asignaba íntegramente a la iglesia parroquial.
- Montaracía: una tasa monetaria por cada carga de leña recogida en los montes y una porción del carbón de encina producido por los carboneros.
- Zocodover: una tasa monetaria por cada res menor que se pesase en la carnicería y una porción de la carne que se matase.
Por otra parte, el Concejo también tenía ingresos fiscales. Los extranjeros que venían a Mestanza –sobre todo pastores y buhoneros- pagaban dos tipos de impuestos:
- Horno de poya: una tasa por utilizar los hornos de la población. Se pagaba en pan o en dinero.
- Cuarentena: una tasa por la venta de mercancías que se hicieran en Mestanza. Era un pago en metálico equivalente a una cuarenteava parte (2,5%) del género vendido.
En el escudo de Mestanza figura —con gran acierto— la cruz de Calatrava. El pueblo y todo su territorio pertenecieron a la Orden de Calatrava durante casi siete siglos: desde la donación del rey Alfonso VIII (1189) hasta la conclusión de las desamortizaciones (1881). Esto significa que la Orden estuvo presente en Mestanza durante la mayor parte de su historia. Aunque hoy es solo un recuerdo lejano, su impronta —como la de la Mesta— marco las vidas de nuestros antepasados hasta hace no tanto.
Notas
[1] El documento indica: “Ego Aldefonsus (…) concedo (…) et confirmo donationem (…) Calatravam, quam pater meus rex Sancius olim dedit. Sunt ergo isti termini (…) sicut uadit ille serra quae dicitur del Puerto de Muradal, et sicut uadit serra ad Burialame, et intrat recte ad Xandolam…”.
[2] La Dehesa de Frey Domingo estaba al SE. del pueblo y se componía de 6 millares: Rincón Malillo, Hato de Vélez, Hato Viejo, El Burcio, El Charquillo y el Rincón de Fray Domingo.
[3] La Dehesa del Cuarto de la Cruz estaba al N. y E. del pueblo y se componía de 7 millares: La Peñuela, Las Morras, El Hinojo, El Rasillo, Hoya Pelada, Encinarejo y Villalba.
[4] La Dehesa de Encina Montosa estaba al SE. del pueblo y se componía de 2 millares: El Carneril y Toriles.
[5] La Dehesa de El Zote estaba al S. del pueblo y se componía de 6 millares: Hontanillas, Hato Castillo, Hoyas Azules, La Pizarrosa, Cabeza del Puerco y Cañaveral.
[6] La Dehesa de Las Tiñosas estaba al SO. del pueblo (en el actual término municipal de Solana del Pino) y se componía de 7 millares: Alhorín, Canitos, Piedras Blancas, El Manzano, Lebrachos, Toriles y Valdefuentes.
[7] La Dehesa de Barrancos estaba al O. del pueblo y se componía de 12 millares: Belesar, Utreras, Umbría de Vacas, Solanilla, Ejido, Hituero, Higueruela, Cerro del Enebro, Piedras y Lomas, Pozo Medina y los medios quintos de Hatillo, Moral y Panadilla.
[8] La Dehesa de Encinilla Rasa estaba al SE. del pueblo y se componía de 4 millares.
[9] Había siete “redondas” (Palancares, Butreras, Cotillos, Los Galayos, La Vera, Herraderos y Quemados) y otros tantos “acogidos” (Riofrío, Barrios Nuevos, Santa Ana, Rasos de San Lorenzo, Cantalobos, Jirote y Venero).