El Niño de la Mancha

(En colaboración con Matías Serna y Luisillo de Cáceres, presidente de la Peña Flamenca «La Soleá» de Marchamalo).

Agustín de la Serna, alias el Niño de la Mancha, alias el Bicho, fue un insigne cantaor flamenco y uno de los grandes artistas que ha dado Mestanza. Quienes le conocieron le recuerdan ya mayor, siempre con su sombrero de ala corta —la mascotilla—, un hombre afable y simpático que respiraba mundología. Agustín nació en la calle de la Cuesta el día 13 de marzo de 1911. Sus padres fueron Natividad de la Serna, labrador, y Victoria Bastante. En un casete grabado en 1993, Agustín reivindicaba un profundo orgullo por sus raíces: «Presumo yo de ser de Mestanza y de que me haya parido la señora Victoria en ese pueblo donde no se encuentra un tonto ni para un remedio». En ese audio recuerda sus años de juventud y en particular su primer amor: «Esa Inés que tan bien se portó conmigo y que yo me porté con ella regular. Tengo muchas ganas de pedirle perdón».

Aunque provenía de una familia humilde que trabajaba de sol a sol, las faenas del campo no estaban hechas para él. Se cuenta que sólo duró un día como peón caminero: «No vuelvo, madre—dijo al regresar a su casa— que querían acabar la carretera conmigo». También trabajó una temporada en un cortijo; los compañeros recordaban que se pasaba las tres horas de camino cantando por seguidillas o por soleares. A los serranos que venían de trashumancia les canjeaba un cante largo por una copa de anís. Fue un hombre autodidacta, un genio nacido de la necesidad. Así lo reconoció en una entrevista al periódico dominicano Listín Diario: «Es que el cante jondo se le mete a uno por to el cuerpo. Es algo que no se puede aprender porque eso no se lo da Dios a quien quiere».

Agustín descubrió muy pronto su vocación artística y decidió buscarse la vida en el mundo del cante. Nuestro paisano debutó en el teatro Calderón de Madrid en un espectáculo de variedades. En aquellos años, en el cante sucedía lo mismo que en el mundo de los toros: hasta que no triunfabas en la capital, no eras figura. Agustín lo tenía muy presente y solía repetir un símil taurino: «En los toros hay muchos que pegan pases y cuatro o cinco que torean. En el cante flamenco es lo mismo: un montón de gente chilla y dos o tres españoles cantamos, que no es lo mismo que chillar». Agustín conquistó los teatros madrileños de La Latina y Fuencarral, donde destacó por su voz profunda y sus letras cargadas de sentimiento. Quienes saben de flamenco admiran su marcaje de los tiempos, la elegancia en los remates, los bellos jilgueros, su entonación en los temples. Nadie quedaba indiferente cuando lo escuchaba cantar, por lo que no tardó hacer una gira por toda España bajo el nombre artístico del Niño de la Mancha.

Su época de esplendor llegó a finales de los años cuarenta, cuando realizó una gira de dos años por Argentina. La Biblioteca Nacional conserva varias obras de los años 1948 y 1949, grabadas en discos de pizarra. En ellas, acompañado por la guitarra de Paco Aguilera, Agustín canta por varios palos: fandangos, milongas, alegrías, tarantas, granadinas. Los estudiosos del cante jondo destacan su voz clara y limpia con unas facultades semejantes al Niño de Marchena («el maestro de maestros») o a Manolo el Malagueño. En aquella época crucial, cuando el cante jondo salió de su ámbito íntimo —de los rincones y de las tabernas— para alzarse en los grandes teatros y en las plazas de toros, Agustín de la Serna aportó su prodigiosa voz, domando el cante a su antojo y combinando la solemnidad con el artificio. En 1951 interpretó las canciones de la película El rey de Sierra Morena junto a la famosa pareja de bailarines Rosario y Antonio y la actriz Marujita Díaz.

En los años cincuenta actuó en la mítica Taberna Gitana —hoy llamada Torres Bermejas— y volvió a los teatros madrileños, pero su estrella se fue apagando y tuvo que buscar trabajo como portero. Pese a todo, en los años ochenta era reconocido como el cantaor en activo más veterano. Juanito Valderrama, Rafael Farina, Antonio Molina o Fosforito eran todos más jóvenes que él. En 1981 hizo su última gira por Miami, Puerto Rico y la República Dominicana para cantar en televisión junto al guitarrista uruguayo José Carbajal alias el Sabalero. Por desgracia, una afección bronquial le impidió actuar en el país caribeño. En Santo Domingo concedió una entrevista al periódico Listín Diario que lo presentó como «el más viejo de los cantaores flamencos». El periodista dominicano que realizó la entrevista quedó sorprendido con el humor «por los cuatro costados» de Agustín de la Serna; un humor que atraía a las mujeres como un imán: «Donde quiera que don Agustín se encuentre en esta capital, acuden a él bellas damitas en busca de su autógrafo y para charlar con él un rato».

Tras abandonar los escenarios, Agustín se retiró a Granada junto a su mujer Manola. Allí, cerca de las cuevas y las zambras del Sacromonte, vivió consagrado al arte flamenco. Nunca olvidó sus raíces, aunque echaba en falta algún reconocimiento por parte de sus paisanos: «El pueblo nunca se ha dado cuenta que ha tenido un artista de estas dimensiones y la categoría que yo creo que tengo. Y no tengo ninguna calle, que tampoco lo pretendo, aunque la tiene todo el mundo en esta Andalucía…. en cualquier pueblo (la tiene) cualquier descalzaperros que por aquí chilla…». Siempre tuvo palabras de elogio para Mestanza: «Yo he llevado siempre ese gran pueblo nuestro por todos los sitios donde yo he ido. Ese pueblo de Mestanza consta en todos sitios, como se merece».

Agustín de la Serna, alias el Niño de la Mancha, falleció en la ciudad de la Alhambra el 26 de octubre del año 2000 a los 89 años. Hasta el último día de su vida hizo gala de ese talante tan humano y personalísimo que siempre le caracterizó.