Las caserías de San Ildefonso

          El término municipal de Mestanza comprende las aldeas de El Hoyo y El Tamaral. Están enclavadas, como dijo el poeta Miguel Hernández, “en el corazón de Sierra 348Morena, la sierra de los bandidos”. Su ubicación en un paisaje tan agreste motivó que la luz eléctrica no llegara hasta 1982. Fueron los últimos reductos de la provincia en tener alumbrado público. Hoy resulta difícil de imaginar, pues disponemos de iluminación a todas horas. Pero antiguamente, tras la puesta de sol, sus calles solo contaban con la luz de la luna y en los hogares apenas se veían las imágenes tenues que alumbraban quinqués, candiles, velas o la lumbre de una hoguera. Y no fue hasta 1997 cuando se construyó una nueva carretera, recta y bien señalizada, que dejó en el olvido aquel famoso dicho: “Tiene más curvas que la carretera de El Hoyo”.

          Desde la Edad Media, ambas aldeas fueron conocidas como las Caserías de San Ildefonso. Pese a estar separadas por el río Jándula –Riofrío para los lugareños–, la ermita medieval de San Ildefonso les otorgaba un carácter unitario. El Catastro de Ensenada (1751) señala que compartían incluso un alcalde común: “alcalde pedáneo de350 las Caserías de San Yldephonso, que comprende el Oyo y Solana del Tamaral”. La ermita de San Ildefonso estaba en la cima de un monte homónimo situado entre el río Jándula y la aldea de El Hoyo. La primera referencia histórica a esta ermita la tenemos en el siglo XV. En los legajos de los visitadores calatravos de 1493 se la cita a menudo junto a la de San Cristóbal (en las afueras de Mestanza). En 1763 se construyó dentro de El Hoyo la iglesia parroquial de San Ildefonso y la antigua ermita cayó en el olvido. El Tamaral, por su parte, pasó a utilizar para el culto una añosa encina donde tenían colgada una campana. No fue hasta 1958 cuando edificaron su propia iglesia consagrada a San Antonio de Padua.

          Miguel Hernández visitó El Tamaral en la primavera de 1936. Así se lo comunicó por carta a su novia Josefina: “Me dices que sé dibujar muy bien y no te dibujo otra vez porque no tengo tiempo. Se me va haciendo la hora de salir para el Tamaral…”. El poeta debió quedar impresionado al contemplar las grandes peñas que se ciernen sobre la aldea. El Boletín Oficial de Ciudad Real publicó en 1865 que:

La copiosísima lluvia de estos días ha ocasionado grandes desprendimientos de piedras en El Tamaral. Un solo peñón (…) hubiera destruido todo el pueblo de no haberlo evitado la Providencia.

Con todo, lo peor eran las crecidas de los ríos Montoro y Fresneda, que al desembocar en el Jándula dejaban a las aldeas completamente aisladas, sin comida ni atención médica, durante largos periodos de tiempo. Las continuas reivindicaciones para construir un 383viaducto que solventara el problema, cayeron en saco roto. No fue hasta 1924 cuando, gracias al auge minero de la Nava de Riofrío, la Sociedad Minero Metalúrgica de Peñarroya (SMMP) construyó dos puentes. El primero, que se mantiene en pie, se levantó sobre el río Montoro, 400 metros aguas arriba de su confluencia con el río Fresneda. El segundo, se erigió sobre el río Jándula para comunicar El Hoyo y El Tamaral. Este último sería destruido por una riada quince años más tarde. Algunos políticos provinciales llegaron a cuestionarse si no sería más conveniente evacuar a todos los habitantes de El Hoyo antes que gastar dinero en construir un nuevo viaducto. En 1956 levantaron un badén, que era más barato. Como quedaba inundado con las primeras crecidas, se habilitó una barquita para cruzar el río. Hubo que esperar hasta 1971 para que se levantara un puente en condiciones. Se le bautizó como “Puente Mercedes” en honor a la “Excelentísima Señora doña Mercedes Canals de Roger”, a la sazón esposa del gobernador civil.

          En la actualidad, las caserías de San Ildefonso son un paraíso para los amantes de la caza. Al llegar la temporada cinegética, abundan las monterías de venados, gamos, muflones y jabalíes. También la caza menor, con el ojeo del faisán y la perdiz roja. Pero para mí, lo mejor de estas aldeas son sus gentes, esos hombres y mujeres que las367 mantienen en pie pese a las dificultades, conservando sus tradiciones y su apego a la tierra. En El Tamaral es donde mejor se conserva la arquitectura tradicional en piedra. Entre sus casas abundan los pequeños huertos frutales. El viajero no debe perderse los inmensos castaños que se yerguen tras el pilón de piedra de la carretera. Quien los visite en otoño se sorprenderá al ver el suelo alfombrado de erizos. El Hoyo está atrincherado entre montañas; hay que visitar su antiguo horno y el pilar junto al camino de los nacederos de agua. Y por supuesto, es esencial recorrer el sendero que conduce al monte del Santo Viejo, donde aún se conservan las piedras de la ermita medieval de San Ildefonso. Al bajar, el viajero puede reponer fuerzas en la plaza, a la sombra de la iglesia, mientras disfruta de unas tapas en el Bar de Santi.

Foto 1: Iglesia de San Ildefonso de El Hoyo (1763).

Foto 2: Sitio de la ermita medieval de San Ildefonso.

Foto 3: Puente sobre el río Montoro (1924).

Foto 4: Vista de El Tamaral.

Foto 5: Castaños del Tamaral junto al pilón de piedra.

Foto 6: Pilar junto al camino de los nacederos de agua (El Hoyo).

Foto 7: Casas tradicionales de piedra (El Tamaral).

Foto 8: Pila bautismal de El Hoyo (1764).

Foto 9: Antiguo horno tradicional (El Hoyo).

Este artículo debe su existencia a dos estudios de Miguel Martín Gavillero (La Casería de San Yldephonso nombrado El Oyo y En un lugar de la historia: Solanilla del Tamaral). También a María Jesús, que tuvo la amabilidad de mostrarme la iglesia parroquial y me guio por el sendero que conduce al monte del Santo Viejo.