Miguel Hernández

      Pocos meses antes de comenzar la Guerra Civil, el poeta Miguel Hernández visitó Mestanza. Su viaje tenía una doble misión: recopilar datos sobre las fiestas taurinas para 20190420_170915la legendaria enciclopedia de Cossío y recitar poemas como miembro de las Misiones Pedagógicas. Las cartas que escribió a su novia Josefina muestran cómo fue su paso por el pueblo. Poco antes de partir le advirtió acerca de un próximo viaje a fin de “recoger ciertos datos para la enciclopedia que estamos haciendo de toreros y toros”. El 12 de marzo de 1936 llegó a Puertollano acompañado por los poetas Enrique Azcoaga y Lorenzo Varela. Se alojaron en el hotel Castilla, situado en la calle Aduana:

«Voy a vivir en este hotel el tiempo que haya de estar por aquí y aunque todos los días saldré para algunos pueblos, vendré a dormir a él (…). Me he traído conmigo tu fotografía y en estos momentos la tengo sobre este mismo papel y no dejo de mirarte mientras escribo (…). Aquí lo que hay son muchas minas de carbón (…). Josefina de mis ojos. Me despido de ti sin olvidarte y queriéndote más cada día para esposa. Te necesito a mi lado, me hace falta tu corazón…»

      b48e382Su visión de Mestanza fue puramente romántica. Miguel Hernández contempló un paisaje mítico donde las partidas de bandoleros campaban a sus anchas por malos caminos y sierras feraces. A Josefina le habla de “un pueblo metido en el corazón de Sierra Morena, la sierra de los bandidos”; a su amigo Carlos Fenoll le comenta: “no puedes imaginarte qué emoción que me ha dado recordar a los bandidos generosos”; y a su jefe José María de Cossío le confiesa: “he pasado por el corazón de Sierra Morena y me he sentido un poco Tempranillo”. Una de las cosas que más impactó a Miguel Hernández fue el mal estado de la carretera: “No te puedes imaginar lo que nos ha costado llegar: es un camino el que hemos recorrido hecho para los arrieros solamente y el que conducía ha sudado tinta”. En el pueblo no queda ningún recuerdo de aquella visita. Cabe suponer que se recitaron poemas y se dejaron varios libros en las escuelas. El paquete básico incluía cien volúmenes propuestos por Antonio Machado y María Moliner con lecturas para niños, jóvenes y adultos.

      image1Lo cierto es que no estaba el horno para bollos. Apenas un mes antes de la llegada de Miguel Hernández, el Frente Popular había ganado las elecciones y la tensión en el pueblo había alcanzado su punto álgido. Con más de setecientos vecinos en paro y con hambre –según indicaba el nuevo alcalde Antonio Carrilero-, la economía hecha trizas, los propietarios inquietos por la amenaza de colectivización de sus tierras y los frecuentes altercados vecinales, el ambiente se pudría con rapidez. Afortunadamente, parece que el poeta no contribuyó a elevar la tensión. Pese a su probado compromiso político, se dejó llevar más por su espíritu romántico. Prueba de ello es el soneto que dedicó a la maestra de Mestanza, Carmen Pastrana, y que ésta conservó como un tesoro hasta su muerte:

A tus facciones de manzana y cera:

Carmen, fruto a los pájaros prohibido,

congelado en el alba y escogido

por una mano de oro en primavera.

Hueles a corazón de trigo y era,

suenas a nido, suenas a sonido,

sabes… no sé a qué sabes, y he sabido

que nunca he de saber lo que quisiera.

Miras a los ojos del relente:

fríamente febril y distraída,

entre flores y frutos la mirada.

Hablas como el silencio de una fuente:

calladamente, y andas por la vida

temerosa de flechas y de nada.

(Publicado en el Catálogo de Fiestas de 2017)

 

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